El cantar de una nibelunga


Un día más amanece, lentamente, la ciudad;
el sol va dibujando claros y sombras en el sofá.
Una mañana más, sola, tranquila, serena;
sensaciones similares a una noche de luna llena.

Te hecho de menos. ¿Dónde estás?
A veces, todavía creo oírte en la escalera caminar.
Solamente quisiera abrazarte y hablar contigo.
¡No necesitaría más que molestarte un ratito!

Lo sé, no soy justa, me conoces, ya sabes:
siempre he volado alto, como las aves.
Pero reconozco que avanzar me cuesta,
teniendo tantas preguntas sin respuesta.

Te hecho de menos. ¿Nos volveremos a ver? No sé.
Pero, como los reyes Burgundios, no me rendiré;
aunque las huestes de Atila pretendan la conquista,
esta vez, te prometo ser, yo, mucho más lista.



Vencer sabes que no me voy a dejar,
ni de rodillas me voy a postrar,
ante nada ni nadie que mi libertad coarte.
¡Resistiré con mi honor como estandarte!

Te hecho de menos. ¿Y tú a mí?
Sé que no fui perfecta ni para ti;
pero es cierto que el tiempo todo lo cura,
y a mí me ha dado experiencia y cordura.

Es absurdo, pero siento que todavía me faltas,
y tengo días en los que me consume la rabia:
me siento como la última nibelunga en danza,
abandonada, desolada y con ansias de venganza.

Te hecho de menos y sé que solo estás en mi recuerdo.
¡No sé ni porqué te escribo este horrible verso!
Lo siento, pero no he podido evitarlo,
por una vez he tenido la necesidad de gritarlo:

¡papá, te hecho de menos!

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