Viernes. Una semana con un poco de todo: bueno, malo, peor y buenísimo.
Mi madre me ha llamado hoy para decirme que, si no tenía planes por la tarde, a ella la habían invitado a la inauguración de una tienda de ropa de una amiga y que le hacía gracia ir conmigo.
Dado que no soy una hija 'al uso' y normalmente no ejerzo el típico papel que se esperaría de mí en este aspecto, he decidido decirle que sí, para variar.
A las 19.35h me ha picado al interfono. Bajo. Vamos caminando hacia la tienda.
- Está en el cruce de Tal con Pascual - me dice.
Mientras paseamos hacia nuestro destino, me va interrogando: y qué tal esto, y cómo va aquello, y que hiciste ayer, y antes de ayer, y el otro, y que vas a hacer este finde y el siguiente y el de más allá.
Y yo contestando a lo que me daba la gana, como siempre. Sin mentiras pero tampoco con todas las verdades. Lo justo y necesario para tener a mamá tranquila,...
Llegamos al cruce. Miro a derecha, izquierda, al frente,... Nada. Una frutería, un banco, una peluquería, un portal particular. Ni rastro de la tienda de las narices.
Mi madre, ojo avizor ella para estas cosas, divisa (no justamente en la esquina) un fabuloso y esperpéntico cartel ROSA y me dice: ¿a que va a ser eso?
Mierda, pienso, sabía yo que no era buena idea. En fin, total, si hay que ir se va, pero ir pa ná es tontería.
Y nos acercamos. Efectiviwonder, ESO era la tienda. Entramos:
- Hola, Fulanita !
- Hola, qué tal ! Gracias, gracias, gracias por venir!
- Bien mira, te presento a mi hija.
- Ay! Qué bien, por fin te conozco!
A saber qué coño contará mi madre de mí para que me digan eso SIEMPRE.
- Vaya, qué hija tan guapa! Uis, os parecéis mucho!
Por un momento me veo aguantando los tirones de mofletes de antaño, no te fastidia.
- Y cuántos años tienes? venti qué?
- No, 'taytantos'.
- Vaya, pues pareces más joven y tu madre también para tener una hija tan mayor ya!
(¡Mamá, me quiero iiiiiiiiiiiiiiiiiiir! ¿A qué me tiro al suelo y pataleooo? Por favor,...)
Pero sonrío. Y sonrío. Me duele la cara de tanto sonreir.
Me ha presentado a la dueña, a la madre de la dueña, al hermano de la dueña, a las primas, a las amigas, a las sobrinas y hasta al perro. A éste no le he sonreído. Hay que economizar.
No sé cómo ponerme, ni dónde ponerme, ni con quién hablar. Entonces lo veo claro: el perro es mío. Y ahí me pongo. A juguetear con el perro, porque los humanos de esta fiesta no me dicen 'ni fú ni fá'.
¿Pero qué demonios hago yo aquí? Tener madre para esto. Si lo sé, nazco por generación espontánea.
Mierda, la dueña del perro se va. Era la prima o la cuñada o la amiga o la hermana de la dueña. A saber.
Vaya, ¿y ahora qué?
Me acerco a mi madre. La miro, me mira. Estoy a punto de ponerle una cara de las mías cuando aparece la salvación: una tipa de unos cuarenta y laaargos o cincuenta y pocos por la puerta. Vestida con un traje chaqueta de imitación de piel de serpiente verde-azulado brillante, como de charol. Vamos, como para no verla entrar. ¡Juas!
¿Y ha ido así por la calle? me pregunto. ¡Con un par! Bien, al menos ya hay otro bicho raro en esta party.
Me la presentan. Alena (ahora ya conozco a 2, fíjate tú, cosas de la vida). Rusa. Operadísima y estiradísima. Pero muy guapa. Alta. Delgada. Anémica fijo. Pelazo moreno lacio con raya en medio. Cejas con 4 pelos y pintadas debajo o encima, no sé, quedaba mal fijarse tanto. Uñas de manicura extrapostizas y horteras. Vamos, un cuadro muy llamativo.
Se pasea sacando una cabeza a cualquiera de los que saluda y mi madre tarda cero coma en ponerme al día: divorciada y con 2 hijos, pija y pastosa. Empresaria por afición. Vamos, lo que yo quiero ser de mayor.
Acaba la ronda de besos y vuelve a donde estoy yo (siempre cerca de la puerta, no sea que me dé por huir corriendo). Vaya, creo que hemos conectado. Es lo que tienen las notas discordantes. Me quedo a su lado. Ya no me siento tan extraña. Ahora la miran y la estudian más a ella que a mí, jejeje.
Empezamos a charlar, que si tú quién eres, de qué conoces a la dueña, y todo eso. Nos sirven una copa de cava y nos ofrecen una bandeja con canapés.
- Es que no como carne - suelta la muy vegetariana.
- Pues no sabes lo que te pierdes - se me escapa (inevitable para mi mente sucia)
Y nos reímos. Aunque no sé si estábamos pensando en lo mismo.
¡Flash! En ese momento me deslumbra una luz. Ya está, mi madre está armada y es peligrosa: le han dejado la cámara de fotos.
Dior, perdónalos porque no saben lo que hacen.
Y, sin ton ni son, me suelta la rusa: oye, me gustas, ¿te apetece venirte mañana por la noche a la inauguración de un local de unos amigos por la zona alta de Barcelona?
¡Zas! Toma ya. Eso es ir al grano y lo demás son tonterías. ¡Cuánto me queda por aprender!
Y le digo: vaya, es que ya tengo planes (mentira, pero esa invitación me ha sonado a 'mis amigos quieren carne fresca' y, lo siento nena, pero yo no soy presa fácil)
¡Flash! Otra foto. Es que mi madre tiene el don de la oportunidad.
Ahora tengo la tarjeta de la rusa y una invitación para irme con ella 'de farra' una noche cuando me vaya bien.
Algún día lo haré. Creo que puede ser digno de vivir.
Estoy convencido... ya estás tardando.
ResponderEliminarpues yo iria, yo a diferencia vivo con mi madre, no puedo hacer NADA que escape a su vista... imagina! si me invitaran al infierno me iria sin pensarlo!
ResponderEliminarYo iría seguro!
ResponderEliminarSus amigos quieren carne fresca?? a ver si va a querer ella...jajajaj. Yo en mi línea insociable no iría, que le voy a hacer xD
ResponderEliminarBubo, este finde no tocaba, pero ya te digo yo que una fiesta con esta mujer no me la pierdo yo ;)
ResponderEliminarJuana, pues ya tardas! Vivir solo es lo mejor de lo mejor!
Iren, y yo! jajaja
Fiona, pues creo que merece la pena ver una fiesta de ese palo, porque creo que va a ser la única vez que tenga una invitación de ese nivel!